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Los seres humanos somos insaciables. No nos basta con tener una parte de algo, queremos tenerlo todo. Queremos el pastel entero, y si puede ser, con nata y cerezas.
Esta actitud se refleja en muchos ámbitos de nuestra vida: la religión, la política, los negocios, etc. Nos cuesta aceptar la diversidad, la pluralidad y el equilibrio. Nos dejamos seducir por las ideas que nos prometen un mundo perfecto, sin contradicciones ni conflictos. Un mundo donde solo hay una verdad, una forma de pensar, una manera de vivir. Un mundo donde no hay espacio para el diálogo, el respeto o la tolerancia. Un mundo donde solo hay fanáticos.
Los fanáticos son personas que han renunciado a su capacidad crítica y a su libertad individual. Se han entregado a una causa, a una ideología o a un producto que les ofrece la felicidad absoluta. No admiten ninguna duda, ninguna crítica, ninguna alternativa. Son capaces de defender lo indefendible con tal de no reconocer sus errores o sus limitaciones. Son personas que quieren imponer su visión del mundo a los demás, sin importarles las consecuencias.
Vemos fanatismo todo el tiempo en torno a Bitcoin. Bitcoin es un activo digital que se ha convertido en un fenómeno global. Muchos creen que es el futuro del dinero y que va a acabar con los sistemas financieros tradicionales. Algunos incluso hablan de la hiperbitcoinización: un escenario donde Bitcoin es la única moneda válida y aceptada en todo el planeta.
Estas personas consideran Bitcoin como una solución mágica a todos los problemas económicos y sociales. O sea, Bitcoin para el desayuno, el almuerzo y la cena. Bitcoin hasta en la sopa. Solo les interesa Bitcoin. Es decir, no solo invierten en el activo. No solo usan el activo. Además, se vuelven unos molestos evangelistas que no paran de hablar de una utopía donde Bitcoin es lo único que existe. ¡Qué cansancio! ¿Es la hiperbitcoinización tan buena idea?
En otras palabras, aquí vamos más allá. Lo que en el fondo tenemos es una causa política que plantea imponer una utopía libertaria y anarco-capitalista a través de una insurrección monetaria. O sea, aparentemente, Bitcoin no solo es una tecnología que puede enriquecer nuestra vida. Para muchos, es una especie de revolución reaccionaria contra el Estado. Para estos militantes, comprar BTC es una especie de plebiscito contra el sistema. Al parecer, se está construyendo un sistema alternativo. Y lo que se quiere es la abolición de la banca privada, el banco central y el dinero fiduciario en el contexto de una separación entre el Estado y la economía. La utopía es la hiperbitcoinización.
¿Se acuerdan de cómo los marxistas hablaban de la historia como una serie de fases inevitables? Bueno, la hiperbitcoinización se presenta con mucha frecuencia como una etapa inevitable de la historia del mundo. Adam Black dijo en tono profético en una entrevista reciente que “La tendencia de adopción traza el camino hacia la ‘hiperbitcoinización’”. Esto es algo muy común en el espacio cripto. Ese hábito de hablar del futuro como si este estuviera ya escrito. Y eso no es lo peor. Lo peor es que muchas personas creen en estos profetas. Estos profetas son muy eficientes en convencer a la gente de que, en efecto, el futuro está escrito.
Todos conocemos el dicho: “Cuando solo tienes un martillo, todo te parece un clavo”. Esto significa que cuando solo dominamos una herramienta o una habilidad, tendemos a aplicarla a todos los problemas que se nos presentan, sin tener en cuenta otras opciones más adecuadas. Es como si el mundo se redujera a nuestra perspectiva limitada y sesgada.
Pero, ¿qué pasa cuando el que tiene el martillo es un inversor? Pues que se convierte en un fanático de su instrumento favorito y desprecia las demás herramientas que podrían ayudarle a diversificar su cartera y a reducir su riesgo. Es como si el inversor del martillo pensara que solo hay una forma de ganar dinero y que las demás son inútiles o peligrosas. Es como si el inversor del martillo creyera que solo él sabe lo que hace y que los demás son unos ignorantes o unos timadores.
Bitcoin es un activo genial y sumamente útil. Es una tecnología que nos permite realizar transacciones de forma rápida, segura y descentralizada. Es un error (en mi opinión) reducirlo a una panacea de libertarios y anarco-capitalistas que quieren acabar con el sistema establecido. Es un instrumento que elimina muchas fricciones y puede llegar a ser una excelente inversión. O sea, es posible adoptar bitcoin sin toda la parafernalia política que lo rodea. Y no es necesario convertirse en un enemigo del gobierno, la banca privada, el dólar o los bancos centrales. Del mismo modo que es posible utilizar un martillo, sin ser enemigo de los destornilladores.
A mí me gusta mucho la pizza. Es una comida genial. Tiene de todo: masa, queso, salsa, ingredientes variados… Es fácil de preparar, de comer y de compartir. Es una delicia para el paladar y para el estómago. Pero eso no implica que la quiera todo el tiempo, para todos y en todas partes. La pizza puede existir en un universo de diversidad. Hay otras comidas que también son ricas, saludables y apetecibles. Hay otras personas que prefieren otros platos o que tienen otras necesidades nutricionales. Hay otras ocasiones que requieren otros menús o que invitan a probar otras cosas. No soy un fanático de la pizza que quiere imponer su gusto a los demás o que desprecia las demás opciones culinarias. Soy un amante de la pizza que sabe disfrutarla con moderación y con respeto.
Me gusta Bitcoin. Uso Bitcoin. Es una herramienta que me permite realizar transacciones de forma rápida, segura y descentralizada. Pero eso no significa que quiera la hiperbitcoinización. O sea, Bitcoin puede tener éxito (y yo deseo su éxito), pero no es necesario que sea la única opción válida y aceptada en todo el mundo. Porque ese éxito puede darse en un universo plural y diverso. Su éxito también es posible sin tanta política.
Ahora bien, esta herramienta puede tener una utilidad práctica sin convertirse en una ideología o en una religión. El automóvil ha tenido mucho éxito, pero al mismo tiempo todavía hay personas que escogen moverse en bicicleta, en patín, caminando, en tren, en barco, o en avión. Un mundo con muchas opciones siempre es mejor que un mundo con una opción. Debo confesar que la idea de la hiperbitcoinización me asfixia. Me suena a distopía. Me parece el colmo de los colmos. Me suena a cuento chino. Me recuerda a una película de terror. Me da escalofríos solo de pensarlo.
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